Reseñas sobre “El año del desierto”
La pesadilla de la historia argentina, entrevista en Eterna Cadencia, 2015
Prólogo a la edición anotada por Susan Hallstead y Juan Pablo Dabove, Universidad de Colorado, edición Stockcero
El año en que el desierto creció, Trends
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Así como El año del desierto rebobina en un solo año la joven pero densa historia de nuestro país, al tiempo que se ríe de lo poco que nos conocemos, también vuelve a poner en escena algunos recursos que ya le habían valido a Mairal el reconocimiento en Una noche con Sabrina Love, como ese raro humor que conjuga el sarcasmo y el absurdo, y la capacidad para montar un escenario literario donde se da la guerra de los mundos dela ficción, la virtualidad, el pasado y el presente. El tiempo (ese invento sabandija o no) parece correr del lado de este joven escritor que alguna vez dijo: “Mi generación no tuvo que matar a sus padres literarios porque ya los habían matado o silenciado los militares. Mucha gente nacida alrededor de los ‘70 no tuvo padres literarios sino abuelos como Borges, Cortázar, Bioy, Arlt. Y uno con los abuelos no tiene conflictos”.
María Neyla Valdén vive en Barrio Norte con su padre una vida más bien irrelevante, trabajando como secretaria para una compañía inversora en una moderna torre del Bajo. La acción comienza mientras espera en una esquina céntrica a un novio motoquero que nunca llegará, durante un día de agitación ciudadana que recuerda la agonía del gobierno de De la Rúa. Los confines de la ciudad de Buenos Aires ceden ante el avance de la intemperie, que se va comiendo las edificaciones para convertirlas nuevamente en pajonales. Los habitantes de la ciudad se inquietan y la capital poco a poco va asilando a los que pierden sus viviendas hasta que el hacinamiento lleva a la rebelión y se bloquean las entradas a la ciudad, ahora asediada.
Sobran ejemplos en la ciencia-ficción en los cuales el tiempo hace un recorrido inverso al habitual: El mundo contra reloj de Philip K. Dick, La flecha del tiempo de Martín Amis o “Viaje a la semilla” de Alejo Carpentier, son algunos. Pero Mairal en El año del desierto ensaya un camino distinto y más audaz: lo que retrocede es el entorno social y cultural, el progreso se deshace y vemos cómo los artefactos tecnológicos van desapareciendo (la televisión, la radio, la electricidad) y los comportamientos sociales siguen el mismo camino (las mujeres y los trabajadores van perdiendo sus derechos, por ejemplo). Entonces, lo que desanda su recorrido es el devenir histórico, y vamos viendo la historia argentina en un proceso invertido.
Si la idea es audaz, la resolución es impecable: los hechos se encadenan en forma retrospectiva como si fueran causales. Por ejemplo, por la situación de aislamiento en la capital deja de haber antibióticos y suministros sanitarios, entonces en los hospitales comienzan a aplicarse métodos más antiguos de curación. Además, Mairal elude la metáfora fácil y los golpes de efecto. El realismo con que se cuenta recuerda por momentos a las novelas inglesas de catástrofe.
María es testigo y partícipe de la convulsión social que producen los cambios. En un año de su vida pasa toda la historia argentina hasta la llegada de los conquistadores mientras ella primero busca a su novio y luego simplemente trata de sobrevivir entre indios que alguna vez fueron ingenieros de sistemas o almaceneros. Rigurosa en su construcción, impecable en su narración, El año del desierto tiene otra virtud: un sentido del humor inesperado, mezcla de ironía y burla. También hay un intenso sentido dramático que sobrevuela la historia, de pérdida y desamparo por los desplazamientos provocados por la inversión.
El año del desierto toma sus riesgos, pero resuelve cada uno de los problemas que plantea la historia de manera ingeniosa. La segunda novela de Pedro Mairal, que ganara en 1998 en Premio Clarín con Una noche con Sabrina Love, se cuela en un espacio casi virgen de la literatura argentina, una elite muy reducida de la que participa, por ejemplo, La invención de Morel, caracterizada porque soporta espléndidamente la lectura tanto desde la perspectiva de género como desde la literatura general.
Dede que en 1998 ganó la primera edición del Premio Clarín con Una noche con Sabrina Love, se adivinaba en Pedro Mairal una voz nueva y original en el marco de la narrativa argentina. Un libro de relatos y dos poemarios siguieron para confirmar esa potencialidad, hasta que ahora nos llega su segunda novela: El año del desierto, (Interzona, Buenos Aires, 2005. 273 págs. 29$). Y, por cierto, en ella ratifica todo lo bueno que se venía esbozando. El gran interrogante es cómo narrar nuestra realidad (Argentina, con sus sucesivas coyunturas, parece en sí más una ficción que escapa a la mente más alucinada), y Mairal logra una historia que roza el asombro y atrapa desde la primera página. Una historia narrada en primera persona por una chica de 23 años, que empieza en la actualidad y termina en la fundación de Buenos Aires. Los baldíos avanzan desde el conurbano hacia la Capital y van borrando la ciudad. El tiempo parece ir para atrás a toda velocidad, porque la historia argentina (o una pesadilla parecida a la historia argentina) sucede en un año y en rewind. Esta suerte de Orlando invertido promete convertirse en una de las obras más originales de los últimos tiempos.
(de agencia Télam, publicado en La Capital, La Prensa, La Voz del Interior, enero 2006)
por Julieta Grosso
literatura – pedro mairal habla de “el año del desierto”
El escritor se refiere a su último libro, al que califica como “una novela antihistórica”. Utilizando el recurso del “tiempo al revés”, describe una Buenos Aires que se va borrando con los pastizales que avanzan sobre la ciudad.
Por Silvina Friera
“¿Qué pasará con lo que escribo?”, se preguntó hace unos años un joven escritor argentino que ni siquiera soñaba con mirar los partidos desde el banco de suplentes. La respuesta excedió lo que él imaginaba. Su primera novela, Una noche con Sabrina Love, ganó el premio Clarín en 1998 y fue llevada al cine dos años después. “Si tenía un gran deseo de hacer ruido, ya está, lo hice y me sirvió para bajar la ansiedad”, confiesa Pedro Mairal con una sonrisa burlona, como si mirara de refilón los efectos colaterales de ese pasado no tan lejano. Eligió hacerle un caño a tanta exposición mediática y atrincherarse en la poesía “porque tenía mucho ruido en la cabeza”, que le impedía escribir. “Tuve que bajar la persiana porque me llamaban para opinar si a los argentinos les gustan rubias o morochas.” Y la bajó antes de convertirse en un opinólogo profesional, o en la “joven promesa” de la literatura argentina que pretende meter un gol de media cancha con un libro por año. “Imaginate lo que significaría eso –bromea en la entrevista con Página/12–. Te podés frustrar y amargar mucho. Yo quiero escribir mis cosas, si gustan bien y si no…” Mairal acaba de publicar El año del desierto (Interzona), novela que arranca con unos “disturbios” en una marcha contra la “intemperie” en Plaza de Mayo, narrados desde la perspectiva de una joven empleada, María Valdés Neylan, que trabaja en los últimos pisos de una torre, que se llama sugestivamente Garay, sobre la calle Reconquista.
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CULTURA : PEDRO MAIRAL, PREMIO CLARIN 1998 POR “UNA NOCHE CON SABRINA LOVE”
por Diego Sasturain.
La narración está acotada a la primera persona de María Valdés Neylan, una joven secretaria nieta de irlandeses, que trabaja en la torre Garay, imaginario aunque posible edificio de oficinas del Bajo porteño. La Buenos Aires que ella habita y describe va develando, progresivamente, las marcas de la ficción: las marchas de protesta que suelen realizarse en la Plaza de Mayo son en este caso “contra la intemperie”; las torres de las financieras que gozan de “la altura de la economía global” carecen de sistema informático; la televisión ya no produce programas y se dedica a reciclar cintas de archivo, mientras hace caer en “coma catódico” a miles de televidentes adictos.
Estas marcas pronto arman sistema con el estado general de crisis y regresión histórica que padece el país de la novela: por causas no explícitas, la crisis toma la forma de un avance de la “intemperie” por el cordón urbano bonaerense y con ello no sólo se produce la “invasión” de la ciudad por parte de los habitantes que viven en las afueras, sino que la historia misma comienza una cuenta regresiva hacia etapas anteriores del pasado nacional. Espacialmente, el territorio argentino se ve arrasado por el vendaval de la pampa, mientras que, en términos temporales, el país vuelve a la dictadura militar, la hiperinflación, el peronismo hasta llegar a los años de la fiebre amarilla, el gobierno de Rosas y la conquista. En un claro diálogo con las lecturas que, desde Sarmiento hasta Martínez Estrada, han armado dicotómicas luchas entre la ciudad y el campo, la novela articula el estado de crisis con esa idea tan recurrente en ensayos como La cabeza de Goliat: “Debajo de la ciudad, -apunta María- siempre había estado latente el descampado”.
Las referencias a la historia de la ciudad y sus interpretaciones se mezclan, asimismo, con inclusiones de personajes o pasajes memorables de la literatura argentina. Cuando las calles del Barrio Norte comienzan a ser invadidas por asentamientos y la policía coloca forzosamente en sus edificios a las personas sin hogar, aparecen los hermanos de “Casa tomada” (famoso relato de Cortázar), que ocupan ahora el departamento de la protagonista. El poema de Borges “Fundación mítica de Buenos Aires” es reescrito por una vecina de María y, ya avanzada la novela, cuando de la ciudad no quedan más que pastizales, aparecen los hermanos del relato “La intrusa”, escrito también por Borges.
Sin embargo, este atractivo entramado, sólido narrativamente por cómo va construyendo las marcas de la disolución de la historia, termina cayendo preso de un afán de repetición, sin lograr trascender la instancia de “construcción de un marco” para la trama. Si bien al principio, la parodia de los miedos de la clase media y sus berretines asambleístas o la fina gradación de elementos anacrónicos dentro de la ciudad preparaban el clima propicio para el desarrollo de una buena historia, a medida que se avanza en la novela se asiste a una sumatoria de episodios previsibles y linealmente apegados a ese juego de inversiones del pasado nacional.
De estructura lineal y narrada por una voz que va perdiendo personalidad a medida que proliferan sus peripecias, esta novela extrae sus mayores logros de la revisión paródica y fantástica del pasado reciente; luego de ese brioso impulso inicial, el mismo autor padece el esfuerzo de gobernar y poblar literariamente el desierto.
por Hernán Arias
En El año del desierto –su segunda novela- Pedro Mairal registra el debilitamiento del Estado y el veloz embrutecimiento de los argentinos en los avatares de un único personaje: María. En la página 223, la protagonista y narradora de esta historia nos dice “Yo, que unos meses atrás atendía teléfonos en una oficina con piso de moquette, que traducía cartas al inglés vestida con mi tailleur azul y mis sandalias, ahora hundía las manos en la sangre caliente, separaba vísceras, abría al medio los animales, despellejaba, buscaba coyunturas con el filo”.
El año en cuestión –en el que todo se corrompe o se descompone- parece ser el 2001. El lugar, la Argentina. Todo lo demás corre por cuenta de la imaginación de Mairal, que elige la voz de una chica superficial para hablar del paso del orden al caos, de la civilización a la barbarie, o, si se quiere, de un tipo de organización más sofisticada y pacífica a otra más rudimentaria y violenta. De golpe, entre movilizaciones y piquetes, algunas instituciones del Estado empiezan a replegarse mientras que otras, como el ejército, se fortalecen. Esta confusa sensación de amenaza y desprotección arrastra a los habitantes de Buenos Aires –que se sienten, una vez más, invadidos por el interior, por “la intemperie”, por “el desierto”- hacia lo que parece ser un viaje en el tiempo: poco a poco la burocracia y la tecnología –en todas sus formas- desaparecen, y reaparecen prácticas asociadas a un estado primitivo del hombre, como la poligamia, la esclavitud, el canibalismo o el trueque.
El año del desierto, a diferencia de la premiada y más convencional en su armado Una noche con Sabrina Love, es una novela de iniciación, pero al revés. María, lejos del espíritu y el recorrido de Perceval, no se forma en los valores de una moral supuestamente elevada, sino que se envilece al extremo de llegar a matar experimentando placer. Con una prosa descriptiva que se apoya en la minuciosa observación de lo cotidiano, el autor apuesta a una narración veloz –por momentos vertiginosa- para registrar las sucesivas etapas de ese aprendizaje. La historia de esta secretaria y su sorprendente transformación –se convierte en enfermera, en prostituta, en campesina, en esclava…- puede ser leída de muchas maneras, pero es una la que se impone.
Un país bajo el acecho de la nada
En su segunda novela, Mairal imagina una Argentina apenas futurista, en la que todo -edificios, calles, nombres- se disuelve lentamente en un desierto inhóspito.
por Daniel Viglione
En El año del desierto, la última novela de Pedro Mairal, el tiempo da un gran salta hacia atrás, a toda velocidad. En un abrir y cerrar de ojos, la historia de la Argentina pasa de la civilización moderna a los tiempos de la barbarie: la ciudad de Buenos Aires comienza a desaparecer tras el avance de la intemperie; cada una de las calles o avenidas de la Capital -con todo su esplendor contemporáneo- va transformándose en un inmenso e inhóspito baldío.
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“El futuro convertido en pasado”, por Antonio Jiménez Morato en Vivir del cuento.
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“Durante años escribí como una mujer”, entrevista en ABC Cultural, Madrid, 2010
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“Puntería Metafórica”, Babelia, El País, por J. Ernesto Ayala-Dip, agosto 2010
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