Se acerca el 11 de octubre

El poeta César Mermet se esmeró en ser invisible, en omitirse, en no figurar, e hizo de eso uno de los elementos fundamentales de su poética. Al morir en 1978, a los cincuenta y cuatro años, no había publicado un solo libro y, sin embargo, había dedicado su vida a escribir una de las obras más deslumbrantes de la poesía argentina. El 11 de octubre se presentará la antología poética de César Mermet, un libro donde por primera vez salen a la luz poemas que durante años tuvieron una circulación casi secreta.
Malba – miércoles 11 de octubre, 19 hs- Entrada libre y gratuita
La vida privada de los árboles
La vida privada de los ábroles, Alejandro Zambra, Anagrama, Barcelona, 2007
Bonsái y La vida privada de los árboles, las dos novelas del escritor chileno Alejandro Zambra, se leen de una sentada. Son novelas cortas, de 100 páginas. No son nouvelles o cuentos largos. Lo sorprendente es que en su brevedad son novelas que logran mostrar destinos, es decir la vida entera de varias personas. El lenguaje es directo, sin rebuscamientos ni oscuridades. Zambra recurre en la narrativa a la esencialidad de la poesía, no sobreabunda, no es barroco, ni verboso. Es clarísimo. Usa pocas palabras en una síntesis que parece expandirse luego en la cabeza del lector.
Y este estilo directo y despojado acompaña los temas. La vida privada de los árboles es la historia de Julián, un hombre que espera una noche a su mujer que no llega a la casa. La novela es la demora de esa mujer y el entramado mental que esa demora provoca en él, que se ha quedado cuidando a la hija de la mujer ausente. Julián es el padrastro. El que quiere a esa niña sin los conflictos de la paternidad biológica, sin la impaciencia, sin la exasperación. La cuida y, para que se duerma, le cuenta historias sobre la vida privada de los árboles. La niña crecerá y en el futuro quizá leerá la novela de ese padrastro escritor, leerá la novela que estamos leyendo nosotros.
Esta puesta en abismo metaliteraria se pone todo el tiempo en juego. La vida privada de los árboles es muchas novelas: es la historia para que se duerma una niña, es la novela que ella leerá en el futuro, es la novela que parece estarse escribiendo mientras leemos, y es la novela tangible que tenemos en las manos.
Zambra usa la tercera persona de un modo muy cercano a la primera, como una máscara transparente que no hace más que aumentar la ternura de la historia porque parece contada con el pudor de simular que eso no le está sucediendo a uno sino a otro. Este modo sutil, sin golpes bajos, no excluye la honestidad de los prejuicios, de los resentimientos de clase, los equívocos sociales. En una de las páginas dice:
“Mientras el padre y los niños juegan al Metrópolis, la madre rasguea, con trabajosa exactitud, una canción de Violeta Parra. Mi madre, piensa Julián, cantaba canciones de izquierda como si fueran canciones de derecha. Mi madre cantaba canciones que no le correspondía cantar. Se echaba en el sillón, por la noche, para entretenerse, para soñar con un dolor verdadero. Mi madre era un dispositivo que convertía las canciones de izquierda en canciones de derecha. Mi madre cantaba, a cara descubierta, las mismas canciones con que otras mujeres, vestidas de negro, velaban a sus muertos”.
La novela anterior, Bonsái, se parece a una voz en off que cuenta historias a toda velocidad, resumiendo vidas enteras y consecuencias de actos en un solo párrafo, un poco como la voz en off en la película mejicana “Y tu mamá también”. En La vida privada de los árboles esa voz en off se explicita, se relaja y cuenta con más calma las cosas, pero con la misma economía de recursos. “Tal vez”, dice el narrador, “todo es más simple y él exagera, como siempre: la calma regresará y él volverá a ser, por fin, una voz en off. Eso quiere ser, llegar a ser, cuando viejo: una voz en off.”
Varios textos de Zambra on line, en letras.s5.com.
*** En el artículo Los asesinos prudentes, en la revista Arcadia, Margarita Valencia dice:”…Bonsái y La vida privada de los árboles, de Alejandro Zambra (Chile, 1975), exhiben una inteligencia afectiva excepcional (en esta y en las generaciones anteriores), apareada con un gran refinamiento literario. Zambra cuenta historias complejas y seductoras sin muchos aspavientos, y es contenido y preciso; registra minuciosamente, como en un documental a la manera de la National Geographic, la vida emocional de sus personajes –hombres y mujeres jóvenes normales, sin mayores distintivos– y el proceso de escribir sobre ellos. El resultado son dos novelas cortas, muy sobrias, muy bellas, con una belleza reposada que se deja examinar una y otra vez”.
Ella es así
Ella llora muchísimo en su llanto,
con manos y rincones,
con una sombra verde que la sigue,
lloran juntas,
una sombra de gitana meridional que llora
en el cine, en los autos, las mudanzas,
los meses, los pasillos, los teléfonos,
por mí, por él, por todos,
por el alma de su perro y de su gato.
Cómo llora llorando
mientras mira, mientras mueve su elegancia,
ella tan meteorológica en su llanto,
fluvial desde los ojos y en reflejos
que caen por las mejillas y se hunden en los labios,
se forman otra vez en una gota
que tiembla en el mentón al arrojarse,
y caen sobre caricias o pechos o rodillas,
empapando los sueños, los pañuelos,
alertando a Noé que pinte el arca
y congregue otra vez los animales.
Son saladas sus lágrimas tal vez porque un ahogado
se le hunde en la memoria,
tal vez porque antes fuera una sirena,
la cosa es que ella llora con coraje,
con dientes, con espasmos,
ella vive llorando en las ventanas,
las tardes, las almohadas,
porque sí, porque no, porque la muerte
y el resto de estos años, de estos besos.
Ella llora en los mapas y los días,
muchísimo en su llanto llora y llora,
hasta que sale el sol en medio de su sombra,
debajo de su blusa y en su casa
y la vida se pone tan hermosa
que llora un poco más, emocionada.
P. Mairal
(de Consumidor Final)
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