Camping in Maschwitz
Both first and second grade are putting down the tents, packing their backpacks. The weekend in Maschwitz is over, the first camping of our lives. We camped beside a lake, under these tall eucalyptus trees that cover the ground with curved green and pink and yellow leaves. We had to bring a list of things: sleeping bag, flashlight, mug, canteen, bug repellent, compass, ten meter nylon rope. It was fun unpacking all that equipment during the weekend, but now we have to put it away and things lie scattered around without an owner. Mr. Gomez, our gym teacher whose moustache gets crooked when he is furious, is checking one by one, helping us close our backpacks. Last night I wet my sleeping bag. Nobody knows that. Mr. Gomez empties the back packs that are not done properly and packs them all over again. He unfolds sleeping bags in full day light to fold them again. That’s bad. They are going to notice my piss.
Last night I tried to concentrate not to wet my sleeping bag but I forgot. At some point I fell a sleep without remembering that, because we were having fun with Vaca and Crespo and Miguel, we were excited about the novelty of sleeping in a tent. We tried out our flashlights on Fidalgo’s face while he slept, we bitched about him until he said I’m awake and I heard everything, so we laughed even louder. Then at some point I fell asleep without remembering and the next morning I felt I was wet and I prayed that it was just sweat but it wasn’t, and the worst thing was that it showed. I know there are even worst things, that others were really in trouble. For example, Diego Larroque almost hanged himself with the ten meter nylon rope while playing executions with Rosemberg; he kicked a bit and Mr. Inschauspe ran and saved him. Or Teubal and Giménez who got lost because they went really far away while trying to test the compass. Or Manfredi who stuck a fishing hook in his finger and the drivers of the bus had to take it off with pliers. But that doesn’t comfort me. The situation is bad all the same.
I try to close my back pack neatly so that Mr. Gomez doesn’t unpack it, but I cant, I have too may things, and corners of things are sticking out all over the place. What was well folded before is now a bundle that takes up three times the space and doesn’t fit anywhere. Mr. Gomez is already beside me, with Aguirre. I’m next. Aguirre’s backpack doesn’t look good, and Mr. Gomez empties it. When he is trying to fold the sleeping bag, he notices a dark circle. I see it too and I’m surprised that Aguirre belongs to the same secret brotherhood as I do. Mr. Gomez smells the dark circle and asks him: Did you wet yourself? Aguirre nods slightly as if saying: Yes, but let’s keep it between ourselves, shall we? “We’ll have to dry this”, says Mr. Gomez and, very naturally, without even suspecting that he is traumatizing my poor comrade for life, hangs the sleeping bag from the branch of a tree. Laugher starts building up, the sleeping bag waves in the breeze with the dark circle in the middle. It’s the flag of the bed wetters.
I take advantage of the distraction, grab my things and walk away as if I were looking for something. “I forgot my canteen at the lake,” I cry out loud although no one is listening to me. I reach the lake; I take out my canteen and start filling it up holding my backpack with just one strap. The movement comes out quite right: a common slip on a slimy stone, quite possible, and the backpack is in the water. The delay in pulling it out is also believable, because it’s totally soaked and heavy. It’s an absolute triumph and I have no problem at all facing all the picking on me and the jokes. I even fearlessly confront Mr. Gomez’s punishment. He makes me pull out every thing and lay it on the grass. I do it calmly hiding my grin because everything is evenly wet and dark. My piss flag is totally unnoticeable and I wish that every time I slept over at a friend’s house I could open all the taps and drench the whole room the morning after or sink the whole house in the bottom of the sea just to avoid the terrible evidence of the wet mattresses drying under the sun.
Mairal y sus mujeres
Si apoyara las manos en el piso sería más fácil, pero la mayor prefiere incorporarse sólo con el impulso de sus piernas, enmarcadas en una faldita escocesa que no se sabe si es roja o verde porque la foto está en blanco y negro. La del medio es rubia como su hermana, pero lleva el pelo más corto y sin adornos. Está detenida en la conciencia plena y grave de sus obligaciones, y con los labios apretados reúne la entereza que necesita para hacer lo que está por hacer: levantar al hámster.
El hámster no llega a los dos años, tiene puesto un conjuntito blanco y es el único que todavía mira hacia la cámara. Lleva la frente despejada y parece preocupado por las intenciones de ese aparato que fue capaz de mantener a sus hermanas tan erguidas y en silencio unos minutos atrás.
Debería haber una foto previa. La foto de verdad, para la que fueron a posar. Pero Pedro Mairal no sabe si existe. Le gusta y le intriga que su mamá haya elegido enmarcar el momento que no era, y que hoy él tiene en uno de los estantes de la desbordante biblioteca de su departamento.
Como tantos otros padres, el suyo llegaba de noche y se iba de día, por lo que en su vida de niño eran él, sus hermanas, su madre y Rosa, la mucama paraguaya. Era ser el muñeco de verdad, o el “hámster de laboratorio” de dos niñas rubias que le enseñaron a leer y a escribir cuando convinieron que ya estaba en edad. Era ir y venir a todos lados con su mamá, que a veces lo usaba como tarjeta de estacionamiento. Era bailar Sandro con Rosa, y usar su peluca de rulos largos y negros para disfrazarse como un Kiss y ganar el primer lugar. Era ver tirones de mechas y toallitas y no entender para qué servían los aplicadores y acostumbrarse a ver bombachas colgadas de la canilla.
¿Era saber un poco más sobre las chicas que otros chicos?
Pero lograr credibilidad como mujer va más allá de lo que le conviene a una historia…
Mairal dice que los seudónimos son una especie de máscara que le da mucha libertad, pero que se agotan rápido. El primero en caer fue Ramón Paz, autor de los Pornosonetos, porque alguien lo reveló en un blog. Adriana Battu alcanzó a escribir un cuento en la antología Historias de mujeres infieles, y hasta tuvo pretendientes que le escribían a Mairal pidiéndole su mail “No sé qué habrán pensado cuando se enteraron, porque yo no contestaba…”
Te tiro personajes y vos me hablás sobre ellos.
¿Van a ser todas mujeres?
Sí
A ver…
La Maga.
La Maga… Tiene como un aura de belleza, una cosa misteriosa. No me pasó de enamorarme de ella como sí le pasó a muchos lectores. Pero me gusta; me gusta la idea de los amantes que se encuentran por casualidad en la calle. Parece morocha, ¿no? No sé si Cortázar lo dice en algún lado. Y está muy lograda. En un momento Horacio tiene un amorío con una mujer que se llama Pola, y la maga lo mira bañarse cuando vuelve de estar con ella; lo mira con rayos X, se da cuenta que se está sacando a Pola de encima con la esponja. Es de las mujeres más creíbles. Además es uruguaya, entonces está siempre desplazada, como fuera de foco.
Ah… Está muy bien la insatisfacción de Madame Bovary. Es una mujer de country: consigue irse con Charles a vivir al country y después empieza a darle al profe de tenis. Para los hombres era más fácil tener aventuras en esa época, y Flaubert vio muy bien lo que le pasaba a las mujeres. Me gusta el arrojo de Madame Bovary, pero me impresiona un poco el desapego de la hija.
Molly Bloom, del Ulises de Joyce
Ese para mí es el caso mejor escrito de psicología femenina. Además contrasta tanto con el resto del libro, porque a pesar de que Leopold Bloom diga que es el único hombre que menstrúa, todo el Ulises es muy masculino, con tipos que deambulan por la ciudad y hablan y hablan. Pero cuando llega finalmente el capítulo de Molly, de pronto se desata un río de palabras. Está tirada en la cama, le acaba de meter los cuernos a Bloom ahí mismo, y todavía siente que tiene encima a Boylan, su amante. Tiene el perfume de él, se acuerda de todo lo que le hizo… Es increíble cómo está escrito. De hombres escribiendo como mujeres, es lo que más me gusta.
María Valdés, la tuya.
Le pasa toda la historia argentina por encima. En ese retroceso histórico me interesaba que pasara por la vida de sus antepasados. De la madre primero, cuando se pone su vestido. Después empieza a trabajar de enfermera, como su abuela, y luego se va volviendo pelirroja. Ella cree que es porque el agua tiene mucho óxido, pero es porque se va volviendo más irlandesa, como su bisabuela. Hay un momento que me gustó mucho escribir, que es cuando ella se peina. Se baña en un fuentón, se tira agua encima y siente esa cascada de pelo largo que viene descendiendo de generación en generación. La maltrato mucho a María, pero después la protegí: al final queda enseñando en un colegio, no se sabe bien dónde… Con el pelo corto y renga, pero a salvo.
Mairal propone otro personaje: Natalia, de la novela Miss Tacuarembó de Dani Umpi: “Es una chica que cuenta su paso por un concurso de modelos, y su trabajo como promotora de perfumes en un Shopping. Es una voz femenina muy auténtica; describe bien ese mundo del consumo y hasta es capaz de encontrar el perfume para cada uno, incluso el perfume que usaría Jesús”.
Hoy Mairal no está pensando en literatura. Escribe una columna semanal para Perfil, entrevistó a Emme para Brando y escribió una crónica sobre un viaje en camión que lo llevó a La Pampa, Entre Ríos y Santa Fe. Le gusta su nueva incursión en el periodismo; dice que le saca la libido de escritura con la misma eficacia que la literatura, a la que por ahora no extraña ni necesita, porque para Mairal no hay géneros menores.
Consumidor Final
Pedro Mairal
TODOS LOS DÍAS
(1997-1999)
***
TODOS LOS DÍAS
Los ojos reencontrados
al fondo de la taza, los bolsillos,
los platos, la vergüenza,
la sombra gris debajo de la ropa,
el olor a colonia dejado en ascensores,
los gritos de algún coito que se expanden
como palomas grises, por terrazas,
por huecos de aire y luz hasta las oficinas,
la gente que se baña entre azulejos,
que despierta en el subte reclusa de repente
con sólo abrir los ojos,
la gente vinculada
por sucios, infinitos cables negros,
hablando por teléfono de todas sus mascotas,
de parientes adentro de un quirófano
gente cavando un pozo en el asfalto,
buscando cañerías como venas,
gente llena de sueño, de silencio,
con miedo a despertar la historia mal dormida,
gente usando el idioma como un cuchillo oscuro,
un cuchillo gastado, pelando una manzana,
gente que huele a barro crecido de provincia,
que reza con violencia y en la noche
prende hornallas azules.
*
CELOS CLÁSICOS
Ella estudia latín esta mañana,
dos milenios después de Jesucristo,
susurra algunos versos
mueve apenas los labios, memoriza
despacio, íntimamente.
No mira a su vecino prosaico, al estudiante,
su fiel contemporáneo.
Detrás de sus pestañas, pretérita, perfecta,
traslúcida en el ruido
de la ciudad, recita
fragmentos de la Eneida.
El poeta, temprano, antes de Cristo,
pasea por la luz de su Campania
la luz meridional entre pastores,
ovejas, olivares,
recorre la mañana, las palabras,
con ritmo de pentámetro latino,
sereno, con un soplo que suave cruza el tiempo,
murmura su poema, su paisaje.
De pronto se detiene,
corrige un solo verso,
despacio, íntimamente lo recita,
mueve apenas los labios y un instante
coinciden las dos bocas.
Ella estudia latín pero en secreto
se besa con Virgilio esta mañana.
*
RUTA NACIONAL
Como un fracaso tibio,
como una deserción azul, el movimiento
del día en retirada,
los árboles se acercan,
van pasando, cayendo en el recuerdo,
pasan los caseríos,
las mismas cicatrices suburbanas,
los puestos de sandías rosadas que se abrieron
tiñendo el horizonte.
Son kilómetros grises bajo el cielo,
el tráfico cansado
como un río de brasas,
los camiones cargados de sonido,
solemnes en el humo dudoso de la tarde.
Cuánta pobreza en la noche del ciclista
pedaleando a un costado del camino,
en los postes iguales
como cruces de un Gólgota olvidado,
en los pueblos que sueñan
con las ruedas eternas y los perros.
Todo se queda atrás y va perdiéndose adentro del espejo,
los motores digieren la distancia,
el día va dejando los caminos
sumidos al rescoldo.
La gran velocidad
es una lentitud de balsa que se fuga
con música y tristeza.
*
CON ADEMÁN ANTIGUO
En el vapor del baño se dibuja
desnuda y luminosa.
Ceremoniosamente,
abre una toalla azul, se inclina
en una reverencia para el dios
de toda su belleza.
El pelo en catarata hacia adelante.
Lleva suave la toalla hasta la nuca,
se envuelve la cabeza,
con ademán antiguo
tuerce diestra la boa de algodón,
la enrosca en espiral
y sin saber siquiera que ha rezado
se yergue tan hermosa con turbante
que el solo gesto alumbra la vida cotidiana.
*
CUANDO LA LENGUA ECLIPSA
Cuando la lengua eclipsa este presente,
cuando cubre las cosas
con un color grisáceo y nominal,
hay un ácido al fondo de la experiencia fresca,
porque es aquí y ahora pero en el verbo rancio,
en la estructura fúnebre del habla.
La fronda del verano, el aire inédito
atraviesan el viejo pulmón occidental.
La vida inaugurada,
el sol contemporáneo vistos siempre
con el anteojo fijo, mortal, judeocristiano;
o el transcurrir adánico, las moscas,
todo cautivo en este latín erosionado.
El colibrí veloz entorpecido
por este carromato colonial
que rueda lentamente en sus vocales,
esta siesta sintáctica en el polvo del aire castellano.
El cansancio de la filología
espanta la inocencia de esta luz,
agrava los objetos, va imponiendo
la herencia de las manos sobre el tacto,
el andamiaje helénico a los vientos,
fuerza a la sangre a andar en su adjetivo,
a la noche a estrellarse acordemente
con su cosmogonía.
Cayendo como un párpado, el imperio
cae en la voz, ahora, mientras digo
la arena de la piedra de mi nombre.
*
ESTA TARDE
Todo sucede dentro del breve resplandor
de un gran espejo.
Ya no es la sombra que trae hasta los sueños
caballos muertos.
Ahora brilla el invierno
con la tarde inclinada en las veredas.
La luz en su hora grave de altísima marea
inunda en su follaje de lúmenes el aire,
pasa a través del clima, del humo,
de todas las ventanas de este café sin sueño.
Una sombra le nace a las palabras,
a los hombres sentados, a las sillas.
Un colectivo pasa,
el rayo de la tarde lo atraviesa
y ametralla de luz las soledades.
Abren la puerta,
entra el sol con un gato que se trepa a una silla.
Apenas en minutos,
hay algo que se va como un perfume.
El fracaso del fuego y el silencio
apagan este día para siempre.
*
TRISTE DE MAYO
Demediada la bestia más hermosa
queda esconder el llanto en bodegones,
en los lugares públicos, sentarse,
tomarse el propio cráneo de Yorick en las manos,
lejos del mar, en la ciudad del jueves,
prever la caridad de los zapatos,
pensar en herramientas oxidadas,
en barcos tierra adentro,
en piezas que han perdido ya su máquina.
Decirse que hay un eco sin el grito,
que uno termina en dedos ahora, y en silencios,
que uno termina en uno.
El cuerpo ya no sigue en otro cuerpo,
y hay niebla y en las calles vacías una sombra
parada, oscura, al fondo.
Mirar al cercenado, impar, amanecido
con la noche en la mano del invierno,
respirar las mitades azules del oxígeno,
las cuadras interpuestas,
la navaja que parte en dos los soles.
Quedan sólo los días
a orillas de lo roto, pertenencias,
azulejos, paredes de otras vidas
sobre la medianera de las demoliciones.
Queda el verbo del viento en la memoria
como un sepulturero de guitarras.
*
HOMBRE SENTADO
Y mírenlo ahí sentado, lacónico, en su silla,
político y grisáceo junto al perro
dormido de su sombra,
casi impalpable a veces o pesado
con una sangre densa bajo el clima,
bebiendo en el silencio
la inválida cicuta que desciende,
le besa el corazón y le remonta
el árbol de su amarga anatomía,
su carne, su esqueleto nombrado y numerado
por hombres que ya han muerto,
por griegos y romanos que llamaron
omóplato a sus alas atrofiadas,
ombligo al justo centro
del círculo que ocupa sobre el mundo
y manos a esas cosas que se aburren
formándole un refugio al pobre cráneo.
Y miren, bajo toda la luz del hemisferio,
su anémico descanso,
la lenta evolución de su camisa,
la callada violencia con que amansa
la bestia de su origen, condenando
su cópula a la sombra.
Y aunque guarde, sincrónico, su sitio,
miren cómo se nota que resbala
perpetuo hacia la noche,
cómo fallan sus anclas de fotos y rutinas,
cómo el diario se apila en su costado,
y aunque abrace y salude y se empariente,
qué solo está en la celda de su sangre,
qué solo está ahí sentado, platónico, en su silla.
*
ELLA ES ASÍ
Ella llora muchísimo en su llanto,
con manos y rincones,
con una sombra verde que la sigue,
lloran juntas,
una sombra de gitana meridional que llora
en el cine, en los autos, las mudanzas,
los meses, los pasillos, los teléfonos,
por mí, por él, por todos,
por el alma de su perro y de su gato.
Cómo llora llorando
mientras mira, mientras mueve su elegancia,
ella tan meteorológica en su llanto,
fluvial desde los ojos y en reflejos
que caen por las mejillas y se hunden en los labios,
se forman otra vez en una gota
que tiembla en el mentón al arrojarse,
y caen sobre caricias o pechos o rodillas,
empapando los sueños, los pañuelos,
alertando a Noé que pinte el arca
y congregue otra vez los animales.
Son saladas sus lágrimas tal vez porque un ahogado
se le hunde en la memoria,
tal vez porque antes fuera una sirena,
la cosa es que ella llora con coraje,
con dientes, con espasmos,
ella vive llorando en las ventanas,
las tardes, las almohadas,
porque sí, porque no, porque la muerte
y el resto de estos años, de estos besos.
Ella llora en los mapas y los días,
muchísimo en su llanto llora y llora,
hasta que sale el sol en medio de su sombra,
debajo de su blusa y en su casa
y la vida se pone tan hermosa
que llora un poco más, emocionada.
*
ESTUDIANTES DE BELLAS ARTES
En silencio de tribu desterrada
esperan en la puerta del zoológico:
van a copiar, temprano, los viejos animales.
Respiran vaporosos en el frío,
la sombra de Altamira descansa en sus carpetas,
la sombra donde laten los dibujos,
un bestiario de líneas en secreto.
Domésticos, modernos en su ropa
aguardan a que se abran los portones
para empezar la magia.
Son hombres y mujeres y en sus ojos
la sed del cazador sepulto brilla.
En la jaula, sinuosas, las criaturas
anhelan en sus dientes el encuentro,
el rito donde el trazo acecha con su filo
y el peligro se embosca en la mirada.
Apenas un momento furtivo que desnuda
las sangres que se buscan,
la mímesis que esfuma los barrotes.
Matar, pintar, sangrar un animal,
morir bajo el amor de su zarpazo.
Los lápices, las líneas,
el aliento carnal de los bocetos,
la mano con su gesto iluminando,
abriendo una llanura secreta bajo el cielo
donde el hombre y la bestia,
de nuevo, se persiguen.
*
UNA FOTO
¿Dónde está la mujer que en esta foto
se ríe con su vida brillándole en la risa
por algo que le dije en ese instante
en la luz del mediodía,
bajo unos paraísos que dejaban
caer el sol de mayo en nuestra mesa,
iluminando el pan, un vaso y un cuchillo
y al fondo unos barquitos que se duermen
en una playa pobre de juncos y sauzales
donde unos pescadores diminutos
caminan sin moverse hacia su pelo
desparramado al viento
sobre el suéter azul con el que cruza
los brazos y levanta los hombros por la risa?
*
PREGUNTAS A PIAZZOLLA
¿Cómo digo, Piazzolla, la llovizna,
la amarga soledad de los peatones,
la sombra y el declive del invierno,
la gente que revuelve la basura
debajo de la luna por Callao?,
¿cómo digo con música esas cosas?
el violín en el barro,
el oscuro violín mojado entre las hojas,
el poema de todos los poemas
que no puedo escribir últimamente,
la cuadra donde cabe la sangre del recuerdo.
¿Cómo alzar en el aire de un acorde
el peso de las seis pasadas ya,
la fuga de la gente volviéndose a su casa?
¿Cómo digo que sube la marea
de tanto no escribir y que son malas
las fotos del cansancio?
El libro de tu fuelle se abre lento
y se vuelve a cerrar
sin responderme.
*
HACIA EL INVIERNO
Así se cae sin barba hacia el invierno,
lampiño, lentamente hacia las venas,
las ramas, las raíces oscuras sosteniendo
la atmósfera celeste.
Apenas como un claro contrabando
de luz del horizonte,
como el vapor que exhala la mañana,
la ropa, los remedios,
los bronquios, las rodillas, la intemperie,
la pobre metafísica del viento
debajo de la puerta junto al diario,
temprano en los oficios, las hoyas, las bauleras,
el tiempo que se va depositando
detrás de cada mueble.
Así se cae desnudo hacia la escarcha,
los cardos misteriosos de la helada,
ladridos que en el alba se hacen perros,
la sístole y la diástole de rieles
que son después vagones en el día,
los lentos pasajeros de niebla y sueño duro,
la fiebre sin frazada en los pasillos.
Así se cae sin sangre hacia los meses,
sin siesta hacia las parvas, y se emigra
tan sólo con quedarse.
Los soles se retraen en el declive
de la estación más honda.
Hace frío en la carne
y el solsticio de amor se va sumiendo
al fondo de los huesos.
Debajo de las lluvias el fuego espera solo
dormido en la madera.
*
MENSAJES
¿De qué profunda luz llega tu voz
para poder cruzar así
la noche?
Quedó tu amor temblando
guardado en una cinta.
Te dejo mis palabras como un fósforo
que humildemente arde en la penumbra.
Esta estrella redonda en que vivimos
aún no ha terminado de apagarse.
*
BUSCAR DEPARTAMENTO
Se busca algo intermedio entre una caja
y el sueño a la intemperie.
Hay que pagar en cuotas el oxígeno,
los milímetros cúbicos, el día,
el ángulo en la rosa de los vientos,
la tarde sin acero, sin pólvora en la sangre.
Cada bronquio expandido, una moneda,
monedas por las siestas sin sirenas,
por el metro cuadrado sin ladridos,
sin gotas en la sombra.
Se necesita un plano
donde dejar la huella de los muebles
para empezar la vida.
Los recuerdos no caben debajo de la cama,
hay que tirar el cielo de los viajes,
hay que poner candados a la almohada,
al pan, a la mañana, a las palomas
y dormir abrazados en el miedo.
Por el pedazo azul de la ventana son otras dos monedas,
por las suelas encima de la tierra,
por el rincón que ocupan los huesos en la historia.
Sólo un metro sagrado sin catástrofes,
un metro sin insultos ni transportes,
unos pasos donde caerse vivo,
un agua donde pueda sumergirse
el corazón cansado.
Con este cuerpo lleno de palabras,
de amor y mundo y sueño,
buscamos un pedazo de un espejo,
apenas una cruz de tiza que nos marque
un sitio en la llanura.
*
SERENA, DE PERFIL
Así, como tumbar la noche de la piedra
y revelar su mundo sosegado
o dar vuelta la página
para seguir a Ulises o en la curva
cambiar de pronto el rumbo de algún viaje,
sentir la virazón, voltear por fin la carta
(el hombre de la rueda, de la estrella)
y ver la luz futura en un relámpago,
como si te envolvieras en mi asombro,
así te vi girar mientras dormías,
serena, de perfil,
girando con la sombra del agua de tu sueño.
*
ANDANTE CANTABILE
Es la forma del agua debajo del verano,
curvando con su paso el mediodía,
creciendo en el calor, en hojas verdes,
la luz bajo la ropa,
una fosforescencia,
una alegría en el temblor moreno,
la vida circular,
los júbilos que tienden a la esfera,
un tiempo desplegando la suavidad oculta,
la victoria en los pliegues del viento, hacia adelante,
la síncopa debajo de la blusa.
Verlas pasar, así, tan majestuosas,
al ritmo sublevado de abundancia,
redondamente andando,
llenas de lunas blandas en los besos,
a contraluz y al aire,
desbordando,
los trópicos redondos, los veranos
al fondo del perfume,
un íntimo candombe, un contrarritmo
aparte de los pasos,
un relámpago en flor entre botones,
sin sombra casi, apenas y en secreto,
andantes, belicosas,
acuáticas de pronto en hemisferios,
flotando en la salud llenas de soles,
pasan donando al aire su tibieza,
su música del tacto,
su vanguardia de amor en las veredas.
Verlas pasar, nomás, y deslumbrarse,
quedarse para siempre cantando en este mundo.
*
EN LAS BUENAS
Hoy en las buenas del sábado almorzamos
la música del sol, la carne, el vino,
un limón amarillo que girando
se abrió como la sombra
de nuestras bicicletas ya casi atardecidas
pasando entre los árboles,
las ramas que juntamos
para hacer este fuego que se apaga,
ahora que dormís y que tu gato
me mira a los ojos porque sabe
que hace unos pocos días
yo pensaba en dejarte.
***
CONSUMIDOR FINAL
(2000-2002)
***
UN DURAZNO
Morder el verano,
morder el sol entero
por 1,80 el kilo.
Este durazno recién llegado a casa
fue apenas sueño de árbol escondido
alentado por el fertilizante,
después fue flor y fruto verde solo
protegido de plagas y de heladas
por cinco pesticidas,
engordado por lluvias y riego por goteo,
cosechado por Pablo Luis Ojeda
oriundo de Río Negro
que tumba en un colchón de gomaespuma
su cuerpo dolorido cada noche.
Cargado en un camión que avanza bajo el cielo
maduró este durazno con el viaje,
después llegó al mercado,
atravesó las mafias,
fue a parar a una cámara de frío
que le fijó el color
y lo detuvo durante cuatro meses
cerca de San Cristóbal
hasta que lo compró Supermercados Disco,
y lo llevó a la sucursal 14
sector verdulería de autoservice
donde yo lo elegí, lo embolsé, lo hice pesar
lo tiré en el carrito
al lado del pan Fargo, las pechugas,
junto al Skip Intelligent y el queso,
lo llevé hasta la caja, le leyeron
su código de barras,
lo pagué, lo reembolsé con nailon,
lo traje caminando hasta mi casa
cruzando la avenida,
bordeando el hospital,
entre ciegos, cirujas, policías,
lo subí en ascensor
y llegó a la mesada de mármol sin golpearse.
Entonces lo libré de las dos bolsas,
le lavé el pesticida en la canilla,
le lavé todo el cansancio del camión, el humo,
la noche de las manos de Pablo Luis Ojeda,
le saqué la etiqueta de la marca
y lo mordí con ganas de matarlo,
lo asesiné con dientes, mandíbulas y lengua
y a pesar de la química, de la distancia muerta,
a pesar de la larga cadena intermediaria,
me encontré allá en el fondo de su sueño amarillo
con esa flor primera que perfumaba el viento.
*
LA MARIPOSA
En la ropa colgada, en el yuyal,
atrás de los galpones y la siesta
vuela una mariposa de sangre.
A pique las cigarras
desploman todo el sol dentro un balde.
Sólo la mariposa
escapa a lo monótono que cae.
En el calor volteado
sólo su brillo flota.
Un latido posado sobre un pasto,
las alas encendidas en el aire,
en torno a la humildad de las gallinas,
arriba en el verano,
abajo en la extensión de la culebra,
la brasa de sus solamente alas
circunda las camisas.
Con liviandad de soplo
vuela la mariposa en el cansancio,
vuela con su color de sangre que aliviana
el sueño de las sábanas mojadas.
Todo cae en la siesta.
Salvo la mariposa.
*
PELUQUERÍA
En la luz del espejo
le están cortando el pelo al que yo soy.
La gran tijera que recorta el día
roza la yugular, roza la nuca
con el frío metálico de un arma;
y el que yo soy me mira porque sabe,
porque tiene al revés el corazón.
La voz del locutor
anuncia una jugada peligrosa,
el peluquero mira a la pantalla,
(su equipo va perdiendo)
me hace una pregunta,
yo me miro decir que no me gusta el fútbol,
miro cómo me crecen las orejas
y en el humor helado, la tijera
me susurra su tajo.
*
TESTIGO OCULAR
Le prendió fuego a su departamento,
después salió al balcón para pegarse un tiro.
Pero el arma no andaba:
estaban viejas las balas.
Arrodillado en el balcón
parecía que en medio del incendio
cuidaba las macetas.
La gente desde abajo le gritaba.
Salía fuego, humo.
Funcionó el mecanismo finalmente
(percutor, pólvora, plomo)
y el tipo asesinó
a su animal cansado.
Quizá porque ese día
yo guardaba detrás mi furia muda
me cayó bien el hombre
y no me pareció tan mala idea:
quemar la vida entera y despedirse
por Crónica TV.
*
ESCALERAS
con mi amigo josé
los dos hombro con hombro
andando por el mundo
subiendo una escalera
ahora en este instante y hace mucho
amigos duplicando el mismo gesto
esta inercia este modo
pausado en los peldaños
los meses las semanas
con mi amigo josé
fuimos al cine
ahora estamos subiendo una escalera
los mismos movimientos de las piernas
de la vida y los brazos y los años
a los treinta saliendo de este cine
a los quince dormidos
subiendo hasta la clase
a los siete corriendo
después de los recreos
por la misma escalera de los días
él más alto que yo mi buen amigo
un poco más cansados los dos en simultáneo
una coreografía casi un ritmo
un pie y el otro pie ganando altura
creciendo en las edades
tantos pisos y cuentos
tanto codo y recodo tanta risa
y acá los dos subiendo
qué suerte con mi amigo
qué bueno con josé
los dos hombro con hombro
*
SUPERMARKET SPRING
ella duerme profunda, embarazada
vinculada a los ciclos naturales
a los astros del nacimiento eterno
gira en la luz nocturna de la fertilidad
flota en el mundo, etc
yo no puedo dormir tan planetariamente
tan cíclico y preñado
tan alumbrado y hermoso
tan plácido y redondo
yo soy el expulsado
silencioso en la sombra artificial
en la mediocridad de los productos
los impuestos sanguíneos
la angustia existencial del noticiero
medio enfermo sin perro y sin hermano
deambulo por la casa voy al baño
certifico mi insomnio en el espejo
giro solo en el plano de tres ambientes amplios
con balcón a la calle y lavadero
me siento en la penumbra
entre las lucecitas que titilan
mensajes ceros verdes luces rojas
a.m. stand-by power
una constelación
mis electrodomésticas estrellas
mi primavera de supermercado
mi infancia de ascensor
no crezco no muero
no tengo luz adentro
no voy a ningún lado
respiro en el sonido de la noche
rodeado de taxistas floristas policías
kiosqueros vendedores ambulantes
mozos repartidores carteristas
todos los expulsados a la acidez nocturna
la avenida vacía
la masculinidad y sus desiertos
*
LA AURORITA
Invierno en la avenida Juan B. Justo
y el viejo pedaleando en la Aurorita
rosada de la nena.
Un pullover y otro y camiseta,
la campera del Shopping Abasto está muy cara,
la motito alemana está muy cara,
la bici con seis cambios japonesa
también y las monedas
no son para ir en micro
sino para el puchero y al destino
hay que llegar igual.
Si caminando es lejos
entonces en la bici rosada de la nena.
Después de veinte años de baulera
vuelve a salir al viento .
Las ruedas chiquititas recién resucitadas.
No hay más vueltas manzana por el barrio,
no hay más chocolatines los domingos,
ahora no es juguete sino tracción a sangre,
segunda vida útil de transporte,
reciclado biciclo, tempranito,
la aurora de otros tiempos,
la infancia convertida en desencanto,
la nena limpia baños en Miami
y el padre, el inmigrante,
pelado y jubilado,
trepado a la Aurorita,
se aleja pedaleando.
*
LA FAUNA EMBALSAMADA
¿esto es un poema?
¿estar a oscuras sin dormir
puede ser un poema?
¿si no hay nada
puede haber un poema?
¿si digo que respiro en este cubo negro,
no es algo ya? ¿no es demasiado?
¿no es mucho más que esto en realidad?
busco un silencio quieto entre paredes
una sola palabra de penumbra
cualquiera menos noche
porque noche está sólo permitida
a los poetas cósmicos
yo me refiero a este apagón del verbo
la boca ciega en la sombra de este miércoles
yo fui -yo quise ser- poeta natural, poeta cósmico
pero soy un poeta de edificio
poeta de ascensor
y no quiero dormir
quiero estar acostado sin luz en las palabras
por ejemplo:
¿adónde están las manos
de esta pregunta?
¿cómo es un poema en un departamento a oscuras?
yo que llamaba mulata, yegua de tinta a la noche
¿adónde voy a ir?
¿qué voy a hacer con mi fauna embalsamada
a las dos menos cuarto sin imagen
a tientas por el verbo del piso seis sin sueño?
vendo o alquilo mi fiel cosmogonía,
cambio sistema solar
por dos palabras ciertas
que consigan decir toda mi sombra.
*
BILLETE DE CIEN
La mirada del prócer al contado
hipnótica en los ceros de la cifra,
y al reverso purpúreo de su calva
los hombres a caballo acorralados
por flores gigantescas,
estambres empeñados en violarles las yeguas.
Por eso blanden altas las espadas,
van a pelear desde el violeta de su sangre,
a cortar de raíz aquellos monstruos
bajo el cielo repúblico y rosado,
bajo un sol de cien pesos en el yermo.
Las flores amarillas y carnívoras
quieren comer soldados,
los hombres que vinieron a conquistar el páramo,
a ganarse el vacío,
a gritar estribando alucinados
“Toda esta nada es nuestra”,
arremetiendo al viento en la meseta,
al plano de kilómetros,
al mundo reducido a superficie
donde sólo los quepis sobresalen,
sólo espadas dispuestas
a degollar al dios de la intemperie,
a pasar por las armas al espacio.
La cárdena conquista,
los hombres extraviados
buscándolo a Namuncurá en el clima,
más allá del río Negro que teme devaluarse
con una liquidez de San Martines
en su curso legal, unos jinetes
confundidos en medio de la ausencia,
más de un siglo después patrocinando
la pampa financiera,
peleando con su miedo Americano,
sus flores amarillas.
A contraluz,
desde la filigrana de su espectro
el Presidente Roca hace memoria.
Cien pesos convertibles
en viajes por el sur con estadía
y en la tranquilidad sin el peligro
de ser interceptado por malones.
*
FUIMOS A VERLO A ULISES
nos dijeron ulises está vivo
el navegante ulises el viajero
el hombre de los muchos caminos está vivo
adónde? en buenos aires? en el puerto?
en buenos aires sí vive en floresta
y nos fuimos a verlo tres jóvenes poetas
un miércoles tocamos 14ºG y entramos
nos abrió una enfermera con ojotas
ustedes quieren ver a don ulises?
por acá por favor y en la penumbra
en un cuarto con la persiana baja
vimos al propio ulises de ítaca sentado
no nos miró
está viejo y amargo
no saben cómo vino a parar a buenos aires
parece que no pudo morirse y en los siglos
se fue quedando quieto
ahora mueve apenas un dedo
hace clic en el mouse y humanamente
navega en internet
le hicimos dos preguntas y nos fuimos
porque no dice nada no contesta
busca fotos de bárbaras desnudas
quién sabe qué recuerda
cuando pasan aullando las sirenas
*
BATA CELESTE Y PEATÓN
De mi bata celeste está tan lejos
el hombre atropellado.
Cruzaba una avenida en medio de su historia
y un auto lo sacó del sábado en el mundo.
¿Por qué fue tan difícil para él la otra vereda?
Ahora una sirena de ambulancia
es el grito dolido de su madre.
Lo suben en camilla
como a un juguete roto, sin memoria,
pero en su sangre brillan todavía
las cosas que pudieron ver sus ojos.
Esta mañana llena de luz y de testigos
podría ser su sueño
a punto de apagarse.
*
AGUAS VIVAS
En la fila del banco
para atenuar la espera y el silencio,
los clientes miramos el fondo azul del mar
por un televisor colgado al techo:
es un documental sobre aguas vivas,
medusas de gelatina
bailando en el cobalto de las profundidades,
los violáceos tentáculos ardientes
flameando como crines en el sueño,
traslúcidas se mueven en conjunto,
se expanden y contraen
en su elegante nado,
se dejan arrastrar por las corrientes.
Es su turno, señora,
le digo y me arrepiento
porque ella justo estaba sonriendo,
mirando la pantalla.
Con un solo tirón
la traje desde el fondo del océano
hasta la tierra firme y sus impuestos,
la devolví a sí misma
con su pañuelo verde en la cabeza,
la devolví a su edad, su guerra contra el tiempo,
su maquillaje espeso y pantalones.
De vuelta en el oxígeno vigente
la señora se acerca hasta la caja
y olvidada de las profundidades,
paga las aguas muertas y argentinas
con fondos personales.
*
EL DIOS DE LOS MAMÍFEROS
Pensar que cuando fuimos en octubre
al sur a ver ballenas
vos nadabas en las profundidades
de tu madre, nadaban
las ballenas y vos, que eras apenas
una sonrisa cómplice y secreta.
Estábamos allá,
los amigos y el mar.
Fuimos a ver ballenas francas,
fuimos a ver la vida abrirse paso
por los grandes espacios,
por los espacios infinitamente mínimos,
la sangre y el océano.
Y era también enorme y transparente
mi alegría en el viento de las navegaciones.
Pensar que esa ballena majestuosa
que golpeaba la espuma con su cola,
invocaba a las fuerzas naturales,
azotaba la líquida campana de las olas
agradeciendo al dios de los mamíferos,
saludaba en las aguas secretas a Francisco,
un gran recibimiento
para vos que flotabas oculto en esa luz.
Pensar que la ballena ya sabía
del amor del principio de tu sueño en el mundo.
*
LA FUGA
un borracho o un muerto (no lo sé)
tirado boca abajo en el pasto de un cantero
entre dos avenidas
aplastado al planeta
vencido finalmente por el imán del mundo
dos agentes del orden parados a su lado
mirándolo sin ganas de hacer nada
el muerto o el borracho enamorado
de la tierra redonda por fin
su gran teta de sueño
dormido sin un músculo de voluntad varado
de cara a las raíces y la sombra
olvidado del mundo y de la luz
huyendo de esas fuerzas policiales
que atizan sus costillas
apenas con la punta del bastón
y no contesta
no responde sus datos personales
se escapa derramándose
al fondo de su infancia
escondido otra vez dentro del tiempo
detrás del nacimiento
sólo deja en la cárcel del día hábil
esa materia grave de su cuerpo
en pleno desacato
inmensamente quieto pero huyendo
y los dos policías verticales
lo tocan con la punta del zapato
lo miran enojados porque saben
que el cuerpo es un señuelo que se deja
para alcanzar la fuga
*
FUEGO AZUL
hornalla
fuego azul
fuego frío
dominado doméstico
llama de soledad
silencio
fueguito urbano
hacinado
vida mínima
hornalla
velando soledad
noche
llama del ser
en sombra
última brasa del mundo
lo que quedó del fuego
cansado sagrado
anónimo
los santos
callados en sus casas
y sobre su cabeza
un halo
de hornalla azul
*
ARGENTINO
Argentino, naciste haciendo cola,
naciste tributario y deducido
por próceres fantasmas de billetes,
naciste intransferible, mortal y semejante,
un fiel contribuyente del Estado,
el banco reguló tu corazón
y administró tu sangre y tus latidos,
gravó tus transfusiones
y te dio el beneficio
de respirar exento el aire de la patria,
creciste haciendo el trámite
de ser persona física en tu casa,
te tatuaron el cuit y así avanzaste
despacio a la intemperie
de todos los gobiernos,
inseguro, con tos, mal educado,
maduraste hasta el iva y las ganancias,
pero no era tu turno todavía,
una chica te dijo ¿me cuidás el lugar?
y vos te enamoraste de ella y de su ausencia,
y pasaron los años en la fila,
los planes nacionales te embargaron
medio riñón izquierdo
para una parrillada en el Senado,
los hijos de la clase dirigente
vaciaron tu heladera,
mordieron tus aportes y eructaron
discursos por cadena nacional,
vos seguiste en la fila,
de moneda en moneda y más cansado,
más viejo y entre canas a caballo,
vigilado, filmado, amenazado,
no perdiste el lugar y viste desde lejos
a unos gordos timbeando tus ahorros,
el sudor de tu frente
se usó para limpiarle el parabrisas
a cinco diputados,
el mar de la esperanza dolida de tu madre
se fue por el desagüe del Congreso,
y seguiste en la fila, cada vez más doblado
por la carga pesada del país,
seguiste con bastón, bajo el sol de la crisis,
saqueado hasta las migas del bolsillo,
esperando doscientos treinta pesos
para pan y fideos
y sopa y soledades,
y al fin una mañana llegaste a ventanilla,
te sellaron de negro la libreta,
te anunciaron
que hoy no se pagan más jubilaciones
y te fuiste cayendo, desmayado,
sin seguro de muerte,
sin indicar la fecha en formulario
de tu fallecimiento,
sin bienes embargables, qué imprudente,
después de tanta vida de pie , de mano y sangre,
parecías apenas como un montón de ropa
tirado sobre el piso,
los diarios te imprimieron
un titular perdido y encontrado
porque no eras noticia:
un viejo jubilado murió haciendo cola.
*
PREPOSICIONES DEL SUEÑO
cuando el oficinista no vuelve a trabajar
¿en qué preposición se duerme?
¿se duerme bajo el día hábil? ¿o durante?
¿o desde el día hábil,
como un lugar desde el que parte con el sueño
hacia la subversión de su cerebro?
¿o se duerme contra el día hábil
tumbado contra la luz de marzo
vestido y arrugando su camisa
en una siesta plena y a deshoras
la siesta surrealista
contra la realidad y su zumbido?
¿o sobre el día hábil en una gran renuncia
una entrega total
al animal que esconde su corbata
al sueño que lo despeina, lo desentiende, lo desobliga
y lo duerme sobre el miedo y la botánica urbana
sobre las palpitaciones bursátiles
sobre las armas negras la industria
sobre los expedientes
sobre el destello de las fotocopiadoras?
¿o entre el día hábil
entre las rajaduras nacionales,
entre los edificios,
entre el espacio puro
que queda entre las cosas?
¿o tras, allá escondido, detrás de la destreza,
allá donde comienza el día poco hábil,
el último baldío, el día torpe,
tras los yuyos, el día donde empieza
una fosforescencia, algo nuevo,
algo desconocido, inútil, milagroso?
*
JINETEADA EN REPLAY
el caballo en el aire
y un fondo de tribunas y de pasto
carteles de cartón Junín presente
¿es la cámara lenta o es el calor
que allá en Jesús María
convirtió el aire denso en un aceite
donde las cosas caen
despacio alucinadas?
el reservado arquea el espinazo
como gato erizado
y el jinete
como un Ahab atado a la ballena
un muñeco de trapo
que espolea
cerca de las estrellas
los corcovos
como una serie de arcos
de lánguida violencia
el rebencazo
para todo el país
mientras tomamos
cerveza en la cocina
en un departamento
en buenos aires
otra vez y otra vez
cada noche de enero
el canal del estado nos trasmite
la crisis incitada del caballo
como una guerra lenta
como un ataque blando de los sueños
aunque el campo no exista
aunque no haya más vacas ni praderas
sobre el pasto sintético en estadios
siempre habrá para el pueblo
corcovos nacionales
*
CONSUMIDOR FINAL
en el supermercado la cajera
con su uniforme rojo me pregunta
¿consumidor final?
yo contesto que sí
y pienso ese soy yo,
el último consumidor,
el último eslabón de la cadena,
carnívoro final pesificado,
el último testigo del derrumbe final,
el que se come a todos los demás,
el que se comió lo que quedaba,
el que lleva en el carro
mamíferos trozados en bandejas
envueltos en celofán, sus miembros fríos,
tubérculos, pomelos, uvas,
leche de tambos eléctricos,
botellas de agua celeste,
bolsas de residuos para llenar
y llenar y llenar.
¿llenar de qué?
¿consumidor de qué?
¿de qué final?
¿qué se termina en mí?
¿consumidor terminal?
¿acaso yo el gran consumidor
me estoy muriendo?
¿o es el final de todo?
consumido, final,
acabado, chupado,
gastado, caído,
por fin el desenlace,
consumado,
consumido,
estómago final,
el hambre último,
el que digiere a todos,
masticador final,
devorador final,
omnívoro final,
depredador,
el último animal,
final, ¿igual que el tigre?
¿el consumidor en extinción?
¿el mejor asesino?
y vamos con el carrito ¿hacia adónde?
¿cuál es el horizonte hacia el que vamos
todos los que empujamos el carrito?
empujamos el carrito hacia el ocaso,
hacia el final, oh, consumidores finales,
cae la noche en el mundo y vamos empujando
los carros de los supermercados brillantes
por calles infinitas entre góndolas,
cuadras de góndolas, barrios de góndolas,
suburbios de góndolas,
países, bajo el cielo azul cobalto,
un horizonte de góndolas, los últimos,
nosotros, consumidores finales,
en vías de extinción,
nos vamos, nos vamos consumiendo,
elegimos productos, sin detenernos,
sopas quick, fideos san vicente,
espuma de afeitar gillette para piel suave,
adiós mundo cruel y fluorescente,
adiós góndolas mías,
adiós sector de lácteos y embutidos,
comparación de precios,
muestras gratis, nos vamos,
empujamos los carros repletos al desierto,
hacia los basurales de la pampa,
hacia las últimas poblaciones de góndolas,
con lagrimones ácidos rodando por la cara,
hacia el olvido oscuro, y de una vez por todas,
hacia el fin, hacia el viento de la noche,
consumidores finales,
finales, hasta el fin. *** Reseñas sobre Consumidor Final
Traducción al frances
Traducción al italiano
Sex på spanska
De är inte nakna. Men nästan. Några ler, några är allvarliga i en sexig pose, några har solglasögon, ligger på mage i sängen, slår sig nästan i rumpan med klackarna, visar ränderna från solbrännan. Några har trosor med röda hjärtan eller stjärnor på, i rummen där de rosa gardinerna som mamman valt fortfarande hänger kvar. Ibland står de i badrummet, mitt emot spegeln, eller så tar de bilden över axeln, med ryggen mot och visar rumpan, hur den nya bikinin sitter där bak. Jag gillar alla. De borde vara mellan sexton och nitton år, inte mer. Och så där, barfota i sina egna hem, utstrålar de en uppriktighet, en känsla av verklighet som inte finns någonstans i min omgivning. De poserar, leker att de poserar, prövar sin sensualitet, testar om de lyckas tända någon, som om de frågade: Tänder jag dig? Jag viskar, svarar dem, alla, ingen.
Jag kan inte låsa dörren till arbetsrummet. Det skulle verka misstänkt för Sharon. Ibland, trots hennes Alprazolam och hennes Prozac, vaknar hon plötsligt paranoisk och frågar om jag stängt garagedörren: ”Did you close the garage door, Gus?”. Jag svarar ja, och säger att jag ligger efter med något arbete (”paperwork”, säger jag) och hon går och lägger sig igen. Jag hör att hon går in till barnen för att se att de är ordentligt nerbäddade och sedan går hon tillbaka till sängen.
Skrivbordet står mittemot dörren, skärmen syns inte och döljer mig till viss del. Ibland är det sant att jag förbereder någon rapport sent på kvällen, men det slutar alltid med att jag går in på hemsidan med bilderna. De skickar in fotona själva för att se om just deras väljs ut och visas. De skickar in dem på prov. Det är en utmaning. Det fascinerar mig, för de är nakna, nästan nakna, mitt i den där välordnade miljön, de poserar med bara bröst i familjens mitt, klär av sig den sociala fasaden, de där möblerna, de där prydnaderna. Det är som att de trampar på allt, sträcker sig över statusprylarna, pekar på sin nyupptäckta självständighet. De vet att de är unika, sexiga, de vet att de är starka. Det är så jag gillar dem. I den där posen ”titta vad jag förvandlats till, nu har jag makt, jag kan förföra, jag har det här, jag är det här; mamma, pappa, jag är ingen liten flickunge längre, jag har bröst nu, en riktig rumpa, och jag gör männen kåta, jag har power och fotar mig själv med bara bröst mitt i vardagsrummet”.
Jag dras till detaljerna i bakgrunderna på bilderna av de där tjejerna från Buenos Aires eller Córdoba eller Rosario. De har tangatrosor och linne, en hand i midjan, den andra mot nacken, rufsar om sig i håret, så välposerande som om de stod framför en professionell fotograf, men de poserar framför en kamera med automatisk utlösare på sina egna rum och visar detaljerna som tar mig tillbaka: de bleknade tapeterna, lagningarna på väggarna som varken blivit slipade eller övermålade, de tillfälliga ellösningarna som fått vara kvar i flera år, sladdar som hänger snett, överkastets mönster, möblerna av falsk bambu, hyllorna med små dockor, elefanten ovanpå kylskåpet med en lapp fastknuten på snabeln. Jag tar mig tillbaka tack vare dem: gosedjuren, gruppfotot med utexaminerade studenter i snön, väggarna av lackat trä, innergårdarna med kvarlämnade vattenslangar, en hopfällbar bassäng i trädgården där grannhusets eftermiddagsskugga redan börjat klättra över vattnet.
I den miljön visar de upp sig, otroliga, lyfter knappt på bomullsklänningen, låter rumpans jätterunda skinkor skjuta fram, eftersom de är så nya, så klotformade. De ser mjuka och vresiga ut på samma gång, som att man måste närma sig långsamt för att de inte ska dra sig undan. De är ensamma eller med en tjejkompis, någon kanske poserar framför sin pojkvän. Men nästan alla är ensamma som om de bjöd in en, och visar hur den där lilla korta kjolen eller favoritjeansen sitter, utan något mer, döljer brösten med armarna men de svämmar över på fotot som tagits för att dokumentera den där dagen då de kände sig smala och gudomliga. Och de ställer sig framför kameran, med ryggen mot, en del blyga, utan att visa ansiktet, på sitt rum, med persiennerna halvt neddragna. Det är så jag ser dem, möter dem, söker dem, och jag kan nästan gå rakt in i deras hem som känns så bekanta: jag kan känna det gråa och svala kaklet under mina fötter, känna lukten av myggspiralen, höra ljudet när någon drar fram en stol från det billiga matsalsmöblemanget i svart med blommiga sitsar. Jag är nästan där, känner hur sockret som spillts över vaxduken sticker mig på armarna efter att ha druckit mate, någon hostar, två systrar bråkar, någon ser på tv i ett annat rum, eller så är ingen hemma, alla har gått ut och hon låser in sig med kameran. Hon är nöjd, hon känner iver, en ny styrka, hon vill visa upp sig nyvaken efter siestan, visa den darrande rumpan, den smala midjan, hon ligger på mage i sängen, gömmer ansiktet i lakanen som om hon väntade på en man, lyfter den hårda rumpan, helt spänd, och jag andas redan annorlunda, i byxan fyller kuken ut tyget längs ena sidan, mot benet, jag känner den utanför byxan, det skulle kunna vara hon, på rygg, mörkhårig, jag stannar där, jag säger hennes namn, jag söker efter henne igen bland alla siestor, hon är lik Chiara, på sitt rum, under sommaren med cikadorna utanför som gjorde de soliga eftermiddagarna ännu tyngre, efter poolen, vi, tillsammans i hennes säng, jag bakom henne, vi bet varandra, vi knullade utan kondom i Caballito, på Yerbalgatan, en lördag utan hennes föräldrar som var i Lobos eftersom hon var tvungen att plugga. Chiara och jag, vi låg sked, hon tog tag i min kuk, gned fittan mot min kuk. Chiara som sa: Tavo vad hård kuken är, vände sig om en sekund för att snegla på mig, utan att be mig föra in den och jag trängde hastigt in i henne med en stöt, och hon sa: långsamt, dummer, och hon älskade det. Jag tog tag i hennes rumpa och gav henne hela kuken, jag sökte efter hennes mun med handen och hon sög på mina fingrar, hon bet på dem medan jag knullade henne så där, tills hon vände sig om för vi ville kyssas, kuken var våt ända ner till roten, håret var blött, innan jag kom in i henne igen, och det var mycket bättre så, framifrån, jag retade henne därinne, och hon bad mig: håll kvar, håll kvar, jag rörde henne med ollonet i djupet, hon ville nästan inte att jag skulle stöta mot, knappt trycka mig mot henne, och hon bet mig, och jag sa i hennes öra du är helt våt och jag sa inte vilken jävla brud du är Chiara och jag drog ner en arm för att ta tag i hennes rumpa, jag omslöt henne, och jag kände på hennes fitta medan jag stötte in i henne, och Chiara böjde sig helt andlös i en båge, andlös, fuchsiafärgad på kinderna och håret som klistrade sig, cogeme Tavo, knulla mig, för vi hade sex på spanska, vi knullade så, med argentinskt saliv när vi sa svordomar och böner. Inget ”Oh baby, I love that”, eller ”Careful with the condom, Gus”, eller “I’m coming”. Allt var på spanska, mellan hennes möbler, framför klädskåpet med urklipp från veckotidningar om Indio Solari, på spanska, och i hennes säng eller på madrassen som hon hade under sängen till sina tjejkompisar, mellan kringslängda kläder, bland de skallrande parfymflaskorna och souvenirerna av snäckor. Vi knullade i decemberhettan, innan slutproven, så där, jag under henne som red mig och ville fortsätta och fortsätta och jag klarade inte mer, och hon sa: stanna, Tavo, stanna, och jag visste inte om hon grät eller om det gick för henne, de små brösten som darrade bredvid mitt ansikte, stanna, jag visste inte om hon inte ville att det skulle gå för mig och att jag skulle hålla ut lite till eller om hon bad mig att inte resa iväg, att jag inte skulle åka med min familj, stanna Tavo. Men jag åkte, vi åkte, jag bytte land, språk, halvklot, och nu knullar jag sällan och tyst, jag runkar dystert klockan ett på morgonen och för att inte fläcka ner mattan som inhandlats på avbetalning på Ikea kommer jag på en bit från en rulle Paper Towel Extra Absorbent köpt på Wal-Mart på Baron Drive, medan snön öser ner därute, som i början på El Eternauta, och jag känner mig gammal och ensam och som om jag befinner mig långt bort för ingen har någonsin hållit om mig så där igen.
Karavan, NR 2 – 2008
Översättning från spanskan Annakarin Thorburn
Illustration Molly Bartling
Novellen heter i original “Coger en castellano” och är hämtad ur antologin En celo (Editorial Sudamericana, 2007).
“Salvatierra” – Inrockuptibles 2008
Por Matías Capelli
Pedro Mairal
Salvatierra
(Emecé)
Hace diez años, el por entonces veinteañero Pedro Mairal se daba a conocer con Una noche con Sabrina Love, primera novela que le deparó premios, traducciones hasta al polaco y una adaptación cinematográfica –lo más parecido a un debut “exitoso” desde el punto de vista editorial al que puede aspirarse por estas latitudes. Pero a diferencia del protagonista de aquel libro suyo, a quien la mano invisible del azar de repente le concedía una de sus pocas fantasías, Mairal pareció desentenderse de las ambiciones del mercado para dedicarse a escribir despreocupadamente, asentando su voz, en vez de convertir en yeites sus aciertos y sus buenas ideas. Así vino un libro de cuentos, dos de poesía y una segunda novela, El año del desierto, tal vez más ajustada desde lo formal, más “comprometida” desde lo social, pero también bastante menos chispeante. Mención aparte merece la cruzada poética que viene llevando a cabo desde hace unos años, bajo el seudónimo de Ramón Paz: tres volúmenes de “pornosonetos”, que mucho más que un ejercicio de calentura literaria, más que un dato de color en su obra, constituye una arista que le da más espesor a su figura como escritor. En Salvatierra, Mairal logra camuflar tras el vértigo del policial una imagen que late escondida: esos kilómetros y kilómetros de tela que Salvatierra se dedicó a pintar a lo largo de su vida, todos los días, sin importarle demasiado su suerte, entre el vanguardismo y la expresión irrefrenable del amateur. Pero más que las reflexiones estéticas que pueda suscitar, la novela se sostiene gracias a su tono medio, contenido, sutil, que oscila del ingenio a la sensibilidad. Todos elementos que no hacen más que confirmar lo que ya podía intuirse desde las primeras páginas de Salvatierra: la madurez narrativa de Pedro Mairal.
Cómo ocupar el lugar que deja libre el padre
En “Salvatierra”, Pedro Mairal crea un artista mudo que se expresa a través de una obra sin límites. Sus hijos intentan rescatarla, descifrar un secreto familiar y encontrar un camino para su propia expresión.
Paula Mahler
En la página web de Pedro Mairal figura la siguiente frase de Adolfo Bioy Casares: “Empecé a leer t novela y no me pude desprender de ella”. Seguramente lo haya dicho en ocasión del Premio Clarín de Novela del año 1998, del que fue jurado, y en el que resultó ganadora la obra de Mairal, “Una noche con Sabrina Love”.
Exactamente lo mismo sucede con “Salvatierra”, su última novela. Se lee de un tirón, con la agradable sensación de que la lectura fluye, al igual que el río omnipresente en el texto, tranquilamente.
“Salvatierra” es una narración sobre las relaciones familiares, la palabra y los modos de comunicar, el mundo de los secretos de los adultos, la confraternidad entre buenos hermanos, la relación entre el padre y los hijos varones, la vida en un pueblo ribereño y fronterizo del interior del país. Pero, por sobre todo, es el relato de lo que genera el rescate de las historias familiares, la lucha por mantenerlas y, por suerte, de su éxito.
Salvatierra es el apellido del padre, que así es nombrado durante todo el libro. Pero el personaje se funde con su obra: un cuadro que pintó durante sesenta años, cuyos límites son la primera y última pincelada, seccionado en grandes rollos (casi rollos de la ley, al menos de la ley familiar) y guardado en un depósito (“el cuadro era un solo río”; “en su obra los limites están filtrados”).
La novela comienza así: “El cuadro (su reproducción) está en el Museo Röel”. El artículo definido no es arbitrario: los lectores no conocemos el cuadro, pero el narrador nos lo presenta como un referente conocido. Y es que iremos leyéndolo juntamente con el libro (“el diario íntimo, una autobiografía ilustrada”).
El hijo más joven de Salvatierra es el narrador. Un yo adulto que ya sabe que habrá logrado salvar (pero hay una vuelta de tuerca) la pintura y mostrarla al mundo. Nos cuenta que su padre se había quedado mudo en la adolescencia a raíz de un accidente. A causa de su discapacidad, la familia lo deja librado a la buena de Dios y Salvatierra se dedica a la pintura. En un momento determinado comienza con esta pintura que sus hijos intentan recuperar por completo luego de la muerte de la madre. En esta tarea aparece con fuerza la inexistente ciudad de Barrancales, enfrentada a la conocida Paysandú, al borde de una innombrado y bien descripto río (“Las olitas turbias pegaban contra los pilotes, haciendo bambolear la basura que flotaba”). Así , se entremezclan las referencias ficcionales y las verdaderas (Herbert Holt, Bernaldo de Quirós, Frondizi) y se va armando el relato del rescate de los rollos y, al mismo tiempo, el de la recuperación de la infancia, los lazos familiares y la historia verdadera.
Esta auspiciosa tercera novela de Mairal, luego de “Una noche con Sabrina Love” (1998) y “El año del desierto” (Interzona, 2005), y de sus dos libros de poesía, relata desde una primera persona entrañable la posibilidad del encuentro con uno mismo a partir de las experiencias familiares (“Uno ocupa esos lugares que los padres dejan en blanco”) en un marco provinciano tan vivaz que llega a olerse, con un lenguaje actual, preciso y, al mismo tiempo, poético.
Entrevista
-“Salvatierra” tiene que ver con el desciframiento de una pintura. Con la transposición e un lenguaje a otro, de la imagen a la palabra. ¿Tu rol es el de exégeta?
-La clave del libro era contar la historia de una familia a través de un cuadro. A medida que el hijo desenrolla el cuadro, desenrolla el pasado. Y ahí está eso que decís del paso de un lenguaje a otro, paso de lo visual al lenguaje. Y el hijo, el narrador, es una especie de exégeta de la obra del padre.
-¿Por qué te interesó reflexionar sobre la plástica?
-Me interesó pensar en un cuadro que se mueve, fluvial, un paisaje móvil.
-Un cuadro no cuadro.
-Claro, un cuadro que no es estático. Me interesaba captar la transformación que hay en los sueños donde por ejemplo, una fiesta se transforma en batalla.
-Eso parece la antítesis de lo que es la imagen, que muestra la simultaneidad.
-Esa era la idea de la pintura a partir del Renacimiento, que era estática, pero en la pintura medieval se podía ver a un santo en distintos momentos aunque en un mismo plano espacial. El cubismo también rompió con la idea estática de la pintura, ahí entra el tiempo.
-¿Salvatierra está inspirado en un personaje real?
-No. Siempre creo primero la situación y después el personaje. Alguien que pinta un cuadro infinito tiene que estar inmerso en una temporalidad distinta. Quería evitar un teórico del arte, lo enmudecí. Terminó siendo un pintor mudo de provincia, medio freak.
-El idiota de la familia…
-Sí, al no exigirle como a los demás hermanos, lo liberan. Me interesaba la idea de que la vida que vive ese padre tiene tal energía que se devora a sus hijos. ¿Qué lugar encuentra ese hijo fuera del mundo del padre? Encuentra la palabra. A mí me pasa lo mismo con la literatura: en la página me siento libre. En la vida cotidiana, me muevo con cierta torpeza.
A.R.B
El paisaje infinito
“Salvatierra” , Emecé
Pedro Mairal
Este es sólo un fragmento, y resulta ser uno de los poemas preferidos de Pedro Mairal. Él suele decirlo. Su última novela, Salvatierra, pareciera desprenderse de esos versos que hablan de un tren que se mueve como un río, de un padre que pinta un paisaje para su hijo, de una historia que no termina, que no quiere morir.
Después de la muerte de su padre, Miguel Salvatierra y su hermano vuelven a Barrancales, el pueblo litoraleño donde nacieron. Allí se encuentran con una obra monumental que, además de haberles marcado la infancia, es el relato de sus propias vidas, la de su familia y la del pueblo: una tela de cuatro kilómetros de longitud, dividida en rollos, en la que Salvatierra, su padre, trabajó durante toda la vida. Es que Salvatierra, mudo desde los nueve años por un accidente a caballo, había dicho todo lo que sus cuerdas vocales no podían a través de los pinceles.
Miguel –martillero, radicado en Buenos Aires, con una vida bastante gris- es conciente de su imposibilidad para despegarse de la figura mítica de ese padre mudo. Y ahora, con cada rollo que despliega en el galpón donde Salvatierra solía trabajar, intuye que puede descubrir alguna clave capaz de liberarlo. Lo acompaña Boris, un holandés interesado en exponer la obra en Ámsterdam y un viejo peón.
Pero para Miguel, esta supuesta liberación depende de un rollo en particular: el que falta, el del año 61, el que estaba tajeado y, según dicen, fue robado por alguno de los viejos amigos de su padre después de una pelea. Miguel cree que, si lo encuentra, va a poder ponerle fin a un cuadro que parece infinito. O quizás descubrir una historia que Salvatierra jamás le contó y que lo obligaría a redefinir la figura de su padre. “Si faltaba un rollo no iba a poder mirarlo todo, conocerlo todo, y seguiría habiendo incógnitas, cosas que Salvatierra quizás había pintado, sin que yo lo supiera”, piensa el personaje.
Menos ambiciosa y fatalista que la genial El año del desierto –su novela anterior-, escrita con ese estilo particularmente clásico, Salvatierra también habla del derrumbe. “Ahora, acá en Barrancales, el que no es empleado público es villero”, le dice uno de los personajes a Miguel.
El pueblo, como el resto del Interior, es más pobre, menos digno, y los hijos de Salvatierra ya no pertenecen: “Nuestros zapatos no eran para andar a campo traviesa. Yo tenía unos mocasines, y Luis unos zapatos de vestir que al rato estaban polvorientos”.
Sin embargo, la vida de Miguel cobra mucho más sentido en este lugar cerca del río: su única manera de liberarse de Salvatierra, al parecer, será habitando esos paisajes que alguna vez fueron parte de una tela de cuatro kilómetros de largo. Y que permanecen en los poemas de Madariaga, de Juanele y, en este caso, en la prosa de Mairal.
An ambitious understatement
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